Al llegar al aeropuerto de Santiago desde Ciudad de México – Bogotá, mi esposina se metió al baño, me dio su mochila y la cámara, yo me quedé esperando, pero también me andaba del baño, así que entré también. Mi esposina estaba espantada, porque yo me había tardado y no le había dicho que iba a entrar. Ella no tenía datos de internet ni línea de celular, por lo que, no pudo comunicarse conmigo, hasta estaba pensando en solicitar al personal de aeropuerto que dijeran mi nombre por el altavoz para vernos en un punto de reunión. A la maleta de mi esposina le pusieron una cinta roja, para ser inspeccionada en aduanas del aeropuerto de Santiago, por llevar un producto posiblemente no permitido, tal vez, el frasco de mermelada que parecía de miel, la cual no está permitida. El primer día en Santiago, nos dimos cuenta de la buena infraestructura del aeropuerto, avenidas, carreteras, señalización. Había muchos carabineros (policías) multando y vigilando. Tomamos un taxi privado en el aeropuerto de Santiago, era un Mazda 3 sedán de color negro, muy bien cuidado. El chofer muy amable, nos subió las maletas. Platicamos con él en el camino, preguntando acerca del clima, para romper el hielo, también hablamos del gobierno, de los lugares por visitar en Santiago, comidas típicas, etc. Y como todo chileno, al hablar de su gobierno se explayaban, con bastantes datos políticos, de marchas, protestas, leyes, personajes. Llegamos a nuestro destino, que quedaba en el centro de Santiago, un Airbnb que era un conjunto de departamentos antiguos. El chofer nos dio su tarjeta, por si queríamos solicitar su servicio en otro día. Nos cobró 15 mil pesos chilenos. Solamente nos comentó que, si el servicio era en la noche, nos cobraría unos 22 mil pesos chilenos. Abrimos la primera puerta del Airbnb que daba a la calle, y luego la segunda puerta. El departamento era antiguo, amplio, con una salita, cama matrimonial, un comedor pequeño, cocina, baño y patio trasero. Empezamos a ver a dónde podíamos ir a comer o qué lugares visitar cercanos al departamento. Aprovechamos para hacer una videollamada a mi prima, porque era su cumpleaños que lo estaba festejando en Puerto Vallarta, con su hermana, mi tía y demás compañía. Al terminar la videollamada, salimos a caminar al restaurante peruano Olivo Limón, recomendado por el anfitrión del Airbnb, ubicado en la misma calle solo unos metros más adelante.
Entramos, e inmediatamente, había unas escaleras de buen diseño y gran altura, el lugar era elegante con decoraciones de la cultura Inca. Nos atendió la hostess quien nos preguntó en dónde queríamos sentarnos. Al ver, que todas las mesas estaban vacías, escogimos la del fondo, pegada al ventanal que tenía vista a la calle. Mi esposina pidió una frutilla de fresa y yo una coca cola. Ella pidió una pasta y yo un lomo con papas y arroz. Comimos rico, el precio fue de unos 900 pesos mexicanos aproximadamente, donde nos dimos cuenta de que, la comida en Chile es más cara que en México.
Del restaurante, nos dirigimos al centro de Santiago, al Palacio de La Moneda, donde es la sede del presidente de Chile, donde a las afueras es una plaza con jardines, y bastantes astas de banderas de Chile.
En dos jardines, había muchos perros sueltos, jugando entre sí y con sus respectivos dueños o entrenadores. Nos llamó la atención unos perros de raza chow chow, border colli que se parecía mucho a un perro de una amiga de mi esposina y un perro imponente de raza pastor alemán negro. Había varios niños jugando, adolescentes con sus patines, y personas echados en el pasto disfrutando de conversaciones con su novio o novia. Había pequeñas pancartas con alusión a los desparecidos, ejecutados y presos políticos de la conmemoración del Día Nacional del Ejecutado Político del 30 de octubre.
Fuimos a la Plaza de Armas, donde están las letras de STGO, muchos vendedores ambulantes, que nos hizo recordar el centro de cualquier ciudad p pueblo de México. Vimos una congregación cristiana de muchos fanáticos que vitoreaban y alentaban todo lo que decía su pastor. Algo que nos sacó de onda, fue lo dicho por su pastor, que solo existe una única verdad absoluta y esa verdad es Cristo. Vimos un show de payasos, quienes sólo ponían música y ellos interpretaban y actuaban las letras de las canciones, lo cual les causaba mucha risa al público, pero a nosotros no nos causó nada de gracia. De ahí tomamos el metro hacia la estación Baquedano. Bajando las escaleras hacia el metro, fotografiamos un gran grafiti de un gato de diferentes colores, había un chavo tocando el violín, compramos los boletos del horario Bajo, porque en el metro de Santiago, tienen 3 tipos de costo, dependiendo si es hora pico/punta, hora valle u hora baja. Nos bajamos en la estación de la plaza Italia, donde había un evento de un baile extraño de personas vestidas con ropa tipo túnica y de varios colores, quienes sólo movían los brazos y piernas de un lado a otro de manera repetitiva y sin ritmo, como robots. Después, los organizadores que estaban en el escenario principal dijeron que era tiempo de sanar al planeta y a los ciudadanos, por lo que, les dijo que se abrazaran entre ellos con alegría. Luego comentaron que era tiempo de celebrar ese momento, así que, pusieron música guapachosa y que tomaran a quien tuvieran a lado para bailar.
Cruzamos la calle y vimos una estatua totalmente vandalizada por los grupos feministas. Nos contaron que habían quitado la estatua principal, para evitar más daños por los grupos protestantes. Fuimos al barrio Bellavista, que es conocido por sus bares y restaurantes. Nos paramos a comprar unas bebidas en una tiendita de abarrotes, donde a mi esposina le llamó la atención los precios de las cosas, porque todo estaba en miles de pesos, entonces, quería entender la equivalencia con los pesos mexicanos, y estaba intentando de hacer una fórmula para convertir más rápido las monedas, sin tener que hacerlo en el celular. Caminamos por las calles, había pocos bares abiertos y poca gente. Al pasar por un bar, unas drag Queens se nos quedaron mirando de manera extraña. Llegamos a Patio Bellavista que contiene varios restaurantes, de México, Italia, España, Japón. Les echamos un vistazo a todos, porque estábamos indecisos en cuál comer y nos decidimos por uno que tenía platillos y bebidas locales. Pedimos la bebida tradicional chilena, llamada terremoto, que está compuesta por vino blanco, granadina, jugo de piña y pisco, acompañado del platillo La Chorrillana que también es un platillo típico chileno. Terminamos de cenar y nos regresamos hacia el Airbnb, apenas si alcanzamos el metro porque ya lo estaban cerrando. Llegamos a la estación Los Héroes, donde quedaba a 5 min caminando de nuestro alojamiento y nos dormimos.